✠ LA OSMTH, LA NUEVA “ORDEN” DE FONTES ✠
Sea cuanto lo primero precisar que en este punto nos referimos a la Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani u OSMTH, establecida por Fontes, y la que desde la formulación de su mismo nombre se aprecian diferencias sustanciales con su contraparte OSMTJ, las que van más allá de la simple traducción al latín del nombre tradicional de la Orden, pues la adopción del adjetivo “suprema” configura un efecto resultante ostensiblemente distinto del de “soberana”, pues supremo significa superior o enorme, simplemente, mientras que soberano significa que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente. Como bien se ve, entonces, el segundo término es mucho más amplio y contundente que el primero.
La palabra soberanía conlleva un concepto relativamente reciente, una construcción política que representa uno de los elementos justificantes del estado nación que surge a partir del siglo XVIII. Con anterioridad a ella, para emplear un término sinónimo debe recurrirse a las nociones de derecho romano, precedente inmediato del derecho actual. Así pues, en la Roma imperial existían nociones tales como las de maiestas, potestas e imperium, que guardan una cierta semejanza con la de soberanía, pero que más que consolidar una idea clara de poder, apuntan a reforzar, desde el imaginario, la propia fuerza del Imperio, su poder civil y militar.
La noción de soberanía, tal y como era entendida por los romanos y aún en la sociedad medieval, se circunscribía a un simple adagio: “La voluntad del príncipe tiene fuerza de ley, puesto que el pueblo le ha transferido a él todos sus derechos y poder”. Ello implica disponer de ciertos atributos, tales como la plenitudo potestatis, majestas potestas y jurisdictio, que dan lugar a fórmulas tales como princeps legibus solutus (príncipe liberado de las leyes). Vistas así las cosas, con la adopción de la palabra Supremus quedan al margen esos atributos propios exclusivamente de la soberanía; por tanto, desde la simple aserción gramatical ya comporta ese hecho unas consecuencias jurídicas muy claras, entre ellas la renuncia a la condición soberana. Esto es, los atributos de poder completo o plena potestad, el poder de majestad y de jurisdicción o derecho a decidir. Resulta, por tanto, un contrasentido que Fontes se autoproclamara como “príncipe”, si ya desde la formulación de su entidad había renunciado a las condiciones para ser soberano. Quizás pudiese ser el supremo, pero no así el soberano, lo que de entrada le restaba uno de los más fundamentales derechos de un monarca soberano: el ius honorum, o derecho a conceder honores. Y si no disponía de ello por vía de la voluntad de sus coasociados para considerarlo alguna clase de monarca de su núcleo, como tampoco por vía de la transmisión caballeresca que se truncó a partir de la elección del General Zdrojewski —y que el mismo Fontes admitió al no retener el nombre tradicional de la Orden—, y ante la carencia de una condición de nobleza en su persona que le permitiera siquiera configurar una orden de carácter dinástico, su colectivo no trascendió más allá de una simple asociación civil con un propósito simulativo de la autoridad de la que fue despojado. Dicho sea de paso, estableció una desleal competencia a la legítima Ordre Souverain et Militaire du Temple de Jerusalem u OSMTJ.
Cabe entonces aquí indagar si los actos de Fernando Fontes estuvieron viciados. Para ello debe considerarse que los anteriores a la elección del General Zdrojewski fueron completamente válidos, pues aunque la sucesión por parte de su padre no fue del todo clara desde la perspectiva documental, el haber sido aceptada su Regencia por parte de la mayoría de los Grandes Priores en 1960 le confirió la legitimidad requerida, legitimidad que perdió una década después por la misma vía, esto es, por la vía electiva que decidió quién fuera el Gran Maestre. Ahora bien, los actos posteriores a este evento sí se encuentran comprometidos en cuanto a su legitimidad, debido a que carecía de autoridad para expedirlos a nombre de la Orden, así como por la falencia absoluta de fuente de honor, como ya se explicó, y que fue la razón por la cual buscó Fontes obtener un título nobiliario en aras de disponer al menos de un justificante honorífico para suplir esa necesidad. Infructuosamente, el único título obtenido, de “Conde”, le fue entregado por alguien que muy probablemente tenía menos linaje noble que él mismo: William Anthony Maszer, un constructor de Nueva Jersey, que inicialmente se intitulaba “Duque de Moreda” y luego “Príncipe William de Alabona-Ostrogojsk”. Este, a su vez, decía haber recibido sus títulos por parte de “S.M. Pascal I° Petrus Emmanuel Ataulphus VII°”, supuesto Jefe Oficial y Jurídico de una inexistente Casa Real e Imperial goda y romana, lo cual evidencia aún más lo absurdo de la operación.
Ahora bien, los actos de Don Fernando, como actos particulares dentro de su asociación civil, nadie puede discutirlos, pues pertenecen a su esfera personal e íntima y obviamente son respetables, pero no trascienden a la órbita de la Orden del Temple como entidad caballeresca por las razones antes señaladas, ya que adolecen de fuente de honor y de autoridad legítima. Esto no obsta para considerar que todo lo hecho por él a partir de 1971, año en que fue expulsado por Zdrojewski, sea inexistente, pues junto con las dos anteriores hay que añadir la condición personal de caballero, que constituyen las tres características fundamentales de la transmisión caballeresca, siendo solo ésta la que Fontes conservó. Pues como bien se sabe, existe un principio general de derecho que señala que “las cosas se deshacen como se hacen”, y el hecho de que hubiese sido expulsado y le hubiesen sido retirados el hábito y las insignias por parte de Zdrojewski no implica en manera alguna haberle eliminado la condición de Caballero ni la de dignatario que fue de la Orden, tanto como Regente como de Gran Prior de Portugal. Este aspecto pasó por alto el General al momento de expulsarlo, además sin fórmula de juicio, lo que a la luz de la verdad le permitió seguir actuando con impunidad.
En esas condiciones, Fontes se dedicó a desprestigiar a Zdrojewski mediante todo tipo de acusaciones falsas y vengativas. Paralelamente, en 1971 decretó la nulidad del Capítulo de París y convocó dos “conventos generales” de su propia hechura: el primero en Chicago y el segundo en Tomar. Allí se definieron los estatutos de su organización, estableciéndose, entre otras cosas, que el idioma oficial de la Orden sería el latín. Para dar visos de legitimidad, mostró como respaldo el “documento del 24 de junio de 1960”, suscrito por seis Grandes Priores, en el que supuestamente le reconocían como Regente. Sin embargo, el documento estaba firmado dos veces por el mismo Fontes —una como Gran Prior de Portugal y otra como Regente—, lo que en realidad le restaba validez.
En ninguno de estos conventos se atrevió a proclamarse Gran Maestre, pero sí dio el primer paso de expulsar formalmente a Zdrojewski en un acto de evidente revancha. Así, de manera encubierta, intentaba recuperar la autoridad que ya no tenía, manipulando a los pocos que aún lo seguían. En adelante, su organización comenzó a otorgar títulos y reconocimientos de manera arbitraria, al mejor estilo de una sociedad privada, sin ningún sustento caballeresco.
Su carácter vindicativo contrastaba con el de su padre, Dom Antonio de Sousa Fontes, quien había sido un caballero ejemplar, hombre de fe y católico ferviente. Fernando, en cambio, utilizó la Orden para beneficio personal, rodeándose de personajes de dudosa reputación y multiplicando las estructuras a cambio de dinero. En los años 70 y 80 se le conoció por llenar de masones y dictadores latinoamericanos sus listas de “miembros honorarios”, entre los que figuraban presidentes y militares que veían en aquella seudo orden un escenario de prestigio barato.
En 1990 modificó unilateralmente los estatutos de su organización, proclamándose Gran Maestre vitalicio, lo que provocó la ruptura definitiva con gran parte de Europa. Sus antiguos aliados comenzaron a distanciarse, acusándolo de autoritario y de haber convertido la Orden en una “empresa familiar”. El desprestigio creció cuando se descubrió que Fontes negociaba títulos y dignidades a cambio de dinero, lo que degeneró en un mercado de condecoraciones sin valor.
En 1993, Fontes se autoproclamó Gran Maestre en Londres, en un acto sin validez alguna, pero que le permitió consolidar un pequeño círculo de seguidores en Portugal y Estados Unidos. En Europa, sin embargo, perdió toda credibilidad. Para intentar sostenerse, trasladó su foco de poder a América Latina, donde creó prioratos en países como Brasil, Argentina, Perú, Colombia y México, muchos de ellos encabezados por masones y oportunistas que compartían sus intereses.
El cisma fue definitivo en 1996, cuando en Salzburgo se aprobaron los llamados “Estatutos Coordinados”, que dieron origen a la OSMTHU (Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani Universalis). Este nuevo movimiento, encabezado por el chileno Fernando del Toro Garland, representó un intento de rescatar la legitimidad templaria, devolviendo protagonismo a los Grandes Prioratos y estableciendo elecciones democráticas. Del Toro Garland, descendiente directo del Gran Maestre medieval Roberto de Sablé, académico y jurista católico, dotó a esta nueva rama de mayor seriedad y fundamento cristiano, marcando una diferencia sustancial con la facción de Fontes.
En paralelo, un grupo de oficiales de la OTAN que había sido reclutado por Fontes decidió romper con él, formando la llamada OSMTH-NATO, con sede en Bruselas. Allí figuraron personajes como Ronald Scott Mangum, quien más tarde pasaría a ser protagonista de su propio capítulo de deshonor en la OSMTJ.
Fontes quedó cada vez más aislado. En los últimos años de su vida, apenas sostenía su poder con ayuda de su esposa y algunos colaboradores en Tomar. Para sobrevivir, permitió la proliferación de obediencias espurias como la SMOTH-PIT / SMOTH-MIT, lideradas por masones como José Miguel Nicolau y Albino Neves, quienes a su vez se autoproclamaron “Grandes Maestres” de sus propias facciones, multiplicando aún más la confusión y la dispersión templaria.
Fontes falleció en 2018, dejando tras de sí una maraña de obediencias, falsos títulos y divisiones. Supuestamente dejó un testamento en el que nombraba a su hija como Regente y a Albino Neves como Gran Maestre, pero pronto su propio hijo, Antonio Fontes, desmintió esa maniobra públicamente. En medio de esta disputa, Gerard Willery, de Francia, fue elegido como “Gran Maestre” de la OSMTH-Porto, y para intentar recomponer la imagen cambió el nombre a “OSMTH Internacional”. Sin embargo, su magisterio fue breve, pues falleció en 2023, siendo sucedido por Jacques du Bois.
En conclusión, la OSMTH de Fontes no fue más que un simulacro, una seudo orden que degeneró en la compraventa de títulos y la proliferación de ramas ilegítimas. Su legado, lejos de honrar la memoria templaria, se convirtió en un símbolo de división, manipulación y pérdida de la verdadera esencia caballeresca.
Tras la muerte de Fontes en 2018, el caos interno se multiplicó. Su herencia fue un campo sembrado de divisiones, obediencias espurias y falsos liderazgos. Como ya se mencionó, un supuesto testamento pretendía designar a su hija como Regente y a Albino Neves como Gran Maestre, pero su propio hijo Antonio Fontes salió a desmentir públicamente aquella maniobra, lo que dejó al descubierto el carácter manipulado del documento.
A partir de ahí, cada facción intentó proclamarse heredera de Fontes, surgiendo múltiples ramas que reivindicaban la “OSMTH-Porto”. José Miguel Nicolau, uno de los más cercanos colaboradores de Fontes y conocido masón, encabezó la llamada SMOTH-PIT / SMOTH-MIT, con presencia en España y América Latina. Desde allí impulsó nuevas divisiones, convirtiendo la Orden en una estructura de círculos cerrados de poder personal. Por su parte, Albino Neves, también masón, fundó su propia obediencia bajo el nombre de SOTI-PCC, abiertamente sincretista y de carácter esotérico, que poco o nada tenía que ver con la tradición cristiana templaria.
De Nicolau y Neves surgirían aún más derivaciones. Uno de sus discípulos más notorios, Luiz Heleno Toledo Chaves, llegó a proclamarse “Gran Maestre” de una nueva facción, repitiendo el mismo patrón de autoproclamaciones que había caracterizado al propio Fontes. En su círculo abundaron personajes improvisados, sin formación caballeresca ni vida cristiana, que utilizaban la imagen del Temple para fines personales, ritualistas o masónicos.
Así, la genealogía de la ilegitimidad fue creciendo de manera exponencial: de Fontes se desprendieron Nicolau y Neves, de ellos Toledo Chaves, y de éste otros tantos pretendidos “Grandes Maestres”, cada uno con su propia versión de la Orden, hasta convertir el panorama templario en un mosaico caótico de pequeñas asociaciones, carentes de unidad, seriedad y fundamento histórico.
A nivel internacional, esta confusión fue utilizada por oportunistas para crear prioratos paralelos en distintos países, donde a menudo coexistían varias “OSMTH” simultáneamente, cada una bajo una jefatura diferente, lo que debilitó aún más la credibilidad de estas estructuras. En muchos casos, los nuevos “prioratos” no eran más que asociaciones familiares o clubes sociales con fines comerciales, muy alejados del verdadero espíritu templario.
En conclusión, la obra de Fernando de Sousa Fontes no fortaleció al Temple, sino que lo fragmentó en una serie interminable de ramas espurias. Su legado no fue la continuidad caballeresca, sino la semilla de la división, la masonización y el descrédito. Frente a este escenario, la legitimidad templaria siguió viva únicamente en la línea del General Antoine Zdrojewski y sus sucesores en la OSMTJ, quienes conservaron el carácter cristiano, soberano y caballeresco de la Orden, en contraste con la decadencia de la facción de Fontes y sus herederos.
