✠ CHARTA TRANSMISSIONIS ✠

Tomado del Capítulo XIX del libro: “Los Templarios. La Orden que se negó a desaparecer”

Durante el primer período del Maestrazgo de Fabré Palaprat, como un elemento de prueba que constatara la vinculación de la orden restablecida a través del Convento General de Versalles de 1705 con la orden templaria medieval, éste exhibió un documento, llamado “Charta Transmissionis” o la “Carta de Transmisión”, presuntamente exhortado por Felipe II de Orleans para convocar a dicho evento. En el anverso de ese legajo aparece un texto escrito en latín pero codificado, dispuesto en cuatro columnas, dentro del cual se relata en primera persona, como alguien que se hace llamar Johannes Marcus Larmenius manifiesta ser el sucesor designado por el Gran Maestre Jacques de Molay y que a su vez hace transmisión de su mando y potestad a otro personaje llamado Francis Thomas Theobald Alexandrinus e imparte una serie de instrucciones; éste es el contenido del documento en cuestión:

“Yo, el hermano Juan Marco, el armenio, de Jerusalén, por la gracia de Dios y por el grado más secreto del Venerable, y más santo Mártir el Gran Maestre de la milicia del Temple, (a él honor y gloria), decreto, confirmado por el Consejo común de los hermanos, sobre la totalidad de la Orden del Temple, distinguido con el máximo y supremo maestrazgo, para todos aquellos que vean estas cartas decretales deseo salud, salud, salud.

Sepan todos aquellos presentes y futuros que, debilitadas mis fuerzas por la avanzada edad, habiendo tomado conciencia de los graves asuntos y llevado a cabo el peso del gobierno, para la mayor gloria de Dios, y la protección y seguridad de la Orden, la fraternidad y los Estatutos, yo, el humilde Maestre de la Caballería del Templo, he determinado confiar el Supremo Maestrazgo a manos más fuertes.

Por tanto, con la ayuda de Dios y con el consentimiento del Supremo Convento de Caballeros, he conferido mediante este decreto y confiero de por vida, al eminente Comendador y carísimo hermano Francisco Tomás Teobaldo de Alejandría, el supremo Maestrazgo de la Orden del Temple, su autoridad y privilegios, con poder, de acuerdo a las condiciones del tiempo y a los asuntos del momento, de conferir a otro hermano, que ostente la más alta distinción en nobleza de origen, logros, de carácter honorable, el más alto y Supremo Maestrazgo de la Orden del Templo, lo cual permitirá preservar la perpetuidad del Maestrazgo, la interrumpida serie de sucesores y la integridad de los Estatutos.

Ordeno, no obstante, que el Maestrazgo no pueda ser transferido sin el consentimiento del Capítulo que sea convocado. Cuando esto suceda que el sucesor sea elegido por votación entre los caballeros. Pero, para que las funciones del Supremo cargo sean descuidadas, que haya ahora y de forma continuada cuatro Vicarios del Gran Maestre detentado el poder supremo, la eminencia y autoridad sobre la totalidad de la Orden, sin perjuicio del derecho del Gran Maestre. Estos Vicarios deberán ser elegidos entre los miembros más antiguos de la Orden, de acuerdo con el orden de profesión. Este estatuto se ha acordado por el juramento (encomendado a mí y a la hermandad) del muy santo, venerable y bendito Maestre, el mártir (a él honor y gloria). Amén.

Yo, finalmente, por decreto del Capítulo Supremo, por la suprema autoridad a mí encomendada, deseo, digo y ordeno que los templarios escoceses, desertores de la Orden sean malditos por anatema y que ellos y los hermanos de San Juan de Jerusalén, expoliadores de los bienes de la Caballería (de la cual tenga Dios misericordia), sean marginados del círculo del Temple ahora y en el futuro.

Yo he seleccionado signos desconocidos para que sean ignorados por los falsos hermanos y sean transmitidos oralmente a nuestros caballeros fieles y ya he pensado de qué manera deben ser relevados para que se conozcan y guarden, el Convento Supremo.

Esos signos solo serán relevados después de la debida profesión y consagración de caballero, de acuerdo con los estatutos, ritos y costumbres de la Orden de los compañeros de la Caballería del Templo y que he enviado al ya sobredicho eminente comandante, como llegaron a mis manos por el Venerable y muy sagrado Maestre, el Mártir (a él honor y gloria). Que sea como dije. Amén.

Yo, Johannes Marcus Larmenius, hice entrega del presente escrito el 18 de Febrero de 1324.”

A continuación de la carta, se encuentra una lista de sucesión de supuestos Grandes Maestres del Temple desde Jacques de Molay hasta el siglo XVIII, escrita en latín, con firmas y rúbricas añadidas posteriormente. Dicha lista pretende demostrar la continuidad ininterrumpida del maestrazgo templario a través de los siglos, pasando de unos a otros de manera secreta y discreta, a pesar de la disolución oficial decretada en 1312.

Esta sucesión consignada en el documento incluye nombres de personajes poco conocidos en la historiografía medieval y moderna, lo cual ha dado pie a controversias sobre la autenticidad de la Charta Transmissionis. Algunos estudiosos consideran que podría tratarse de una falsificación elaborada en tiempos de Philippe, duque de Orleans, para legitimar el Convento de Versalles de 1705 y la restauración de la Orden bajo Fabré Palaprat. Otros, sin embargo, sostienen que aunque la lista haya podido ser manipulada, la existencia de una transmisión secreta del Temple no puede descartarse del todo, pues coincide con crónicas que hablan de templarios refugiados en Escocia, Portugal y otras regiones de Europa.

El documento fue custodiado durante años por Fabré Palaprat y presentado como prueba de que la Orden del Temple nunca desapareció por completo, sino que se mantuvo en la clandestinidad, transmitiendo sus cargos y secretos a lo largo de generaciones hasta emerger nuevamente en la modernidad.

La Charta Transmissionis se convirtió, desde su aparición, en uno de los documentos más controvertidos de la historia templaria. Para los defensores de la continuidad de la Orden, constituía la prueba escrita de la transmisión legítima del maestrazgo desde Jacques de Molay hasta Fabré Palaprat. Para los detractores, en cambio, no era más que una falsificación ingeniosa, elaborada con el fin de dar validez a un proyecto moderno de restauración templaria.

Las críticas se centraron principalmente en el lenguaje empleado, en ciertas anacronías presentes en el texto y en la dudosa sucesión de nombres consignada. Algunos paleógrafos sostuvieron que el pergamino podía ser efectivamente del siglo XIV, pero que las firmas y añadidos posteriores correspondían a siglos distintos, lo que evidenciaba intervenciones sucesivas.

A pesar de las dudas, la Charta Transmissionis fue utilizada durante el siglo XVIII y XIX como bandera de legitimidad por varias ramas templarias neo-restauradas. En particular, Palaprat la exhibió para consolidar la obediencia que lideraba en Francia, afirmando que representaba la línea ininterrumpida de los Grandes Maestres.

En la actualidad, los historiadores consideran la Charta Transmissionis más un testimonio del interés por restaurar la Orden en la modernidad que una auténtica prueba de continuidad medieval. Sin embargo, su importancia simbólica es indudable: refleja el deseo constante de mantener viva la memoria templaria y de afirmar que el Temple no murió en la hoguera con Jacques de Molay, sino que de algún modo sobrevivió en la clandestinidad hasta renacer siglos después.

 

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